
Conmueve la falta total de sedimentos, en un joven que camina seguro por los caminos de la vida con completa confianza en el amor del Padre a través del entusiasmo y el sufrimiento de la edad juvenil.


La vida de Pier Giorgio está orientada por una intensa vida espiritual. La Eucaristía cotidiana es el centro. Para no perder esta cita se levanta muy temprano, renuncia a los paseos si estos le impiden ir a misa. Hacer la comunión es para él participar de la intimidad de Jesús; se lo ve en el banco, concentrado en un profundo recogimiento, del cual nada podría distraerlo. Cuando alguien le pregunta el motivo de su obra de caridad, respondía así: “Jesús en la Santa Comunión me visita cada mañana. Yo lo honro, con mis pobres medios, visitando a los pobres”.

Su modo de orar conmueve y quedará por siempre en quienes le son cercanos. Cálido, trajinante, cuando en la oración común su voz robusta se yergue casi para hacer de guía al coro. Recogido, intenso, en la meditación personal, tanto de hacer sentir realmente la presencia de Dios, el otro con quien se está sosteniendo el silencioso coloquio. Es, sin quererlo, un ejemplo: la alegría que demuestra extraer de la oración suscita el deseo de imitarlo.
A veces participa de adoraciones nocturnas. Noches interesantes pasadas en oración en una iglesia de la cual sale con las primeras luces de la mañana gritando con los amigos la común alegría.
Tiene una devoción particular por María. Cuando vive en Pollone sale cada mañana tempranísimo al santuario de Oropa, retornando cuando todavía la familia está sumergida en el sueño.

Ama la comunidad que es la familia, la comunidad que son los amigos, la comunidad que son las asociaciones de las cuales forma parte, haciendo una opción preferencial por los pobres.
El 15 de junio de 1925 escribe a su amigo Marco Beltramo: “Estoy pronto a recoger aquello que he sembrado”. En esta frase profetiza su muerte que, se lo lleva rápidamente y lo sorprende a la temprana edad de 24 años.

Última foto que se le tomó a Pier Giorgio con vida
En seis días una poliomielitis fulminante debilita su fuerte físico. Pier Giorgio se consume en silencio y progresivamente sus miembros se paralizan, mientras la familia está absorbida por la agonía de la abuela anciana.

Luciana con su abuela Linda
Los parientes no advierten la gravedad de su mal, sin embargo, él no manifiesta ninguna exigencia, ningún pedido, ningún lamento, ningún miedo. No reclama nada para sí, aún presintiendo muy cerca la muerte. Sabe que pronto partirá a los brazos de Dios. Pese a su gravísimo estado de salud no olvida sus compromisos, y con la mano semiparalizada escribe una nota para sus asistidos de la San Vicente pues es viernes, su día de visita. En la nota, dirigida a un amigo, le recuerda que había quedado pendiente conseguir unas inyecciones para un pobre enfermo, un hombre converso, que él mismo atendía.
El 4 de julio, dos días después que la abuela en la desesperación familiar, se apaga su vida. Había dicho a un amigo: “El día de mi muerte será el más hermoso de mi vida”.
El 4 de julio, dos días después que la abuela en la desesperación familiar, se apaga su vida. Había dicho a un amigo: “El día de mi muerte será el más hermoso de mi vida”.

Una multitud se volcó a la calle y es inmensa la masa que participa el 6 de julio de sus funerales. No es su apellido ilustre lo que los convoca. Para los pobres y desposeídos eso poco importaba. Había muerto el benefactor, el amigo. De él saben aquello que han visto o escuchado decir: su humildad, su donarse, su bien extendido o su fe transparente.
En este día Pier Giorgio empieza a revelarse incluso a aquellos que le eran más cercanos. Sólo entonces se dan cuenta de lo que no han sabido ver con claridad.
Poco a poco todos los detalles de su vida salen a la luz, y todos descubren que componen un mosaico impresionante de testimonio cristiano. Su fama comienza a acrecentarse, inspirando a tantos jóvenes a seguir su ejemplo; incluso muchos padres darían su nombre a sus hijos, poniéndolos bajo su protección y deseándoles de parecerse.
El primer instrumento de conocimiento es la biografía firmada por Don Cojazzi, el viejo maestro de latín. En los años siguientes su hermana Luciana produce escritos más completos de memorias, comenzando por la publicación del epistolario de Pier Giorgio. Gracias a su dedicación y la de los amigos se publican volúmenes ricos de preciosos recuerdos personales en los que la figura de Pier Giorgio se define siempre mejor en el tiempo con toda su complejidad y belleza.

Su vida, lejos de la espectacularidad, es la expresión viva de una santidad posible y cotidiana. Si la santidad es la “perfección de la caridad”, Pier Giorgio vivió a fondo las exigencias del amor, de manera privilegiada, atendiendo a los pobres y necesitados de afecto y consideración.
Fue dueño de una profunda espiritualidad que alimentó a diario con la Eucaristía. Buen amigo de sus muchos amigos, hizo de la amistad una expresión más de su amor desbordante. Simpático y jovial, eterno bromista, era el primero a la hora de la sana diversión. Fue para su grupo el referente para el encuentro, aún después de su muerte.
El Papa Juan Pablo II decía de él que estaba “totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio del prójimo: así podemos resumir su vida terrena. (...) Pier Giorgio es también el hombre de nuestro siglo, el hombre moderno, el hombre que ha amado mucho. (...) En él el Evangelio se convierte en solidaridad y acogida, se hace búsqueda de la verdad y exigente compromiso a favor de la justicia. Él se marchó joven de este mundo, pero dejó una huella en todo el siglo, y no sólo en este siglo.” (Homilía de Beatificación 20-05-1990).



Ese joven generoso; humilde; sencillo; ese ciudadano idealista, comprometido con su tiempo, con su fe y con su pueblo; ese “estudiante que corre siempre” para visitar a un enfermo, aliviar una pena, ayudar con sus manos o su dinero, ese amigo de los desheredados; ese modelo de auténtico cristianismo debe animarnos a vivir esa santidad posible y cotidiana que esparce su amor. Ese Amor que irradió constantemente y que fue y es, más fuerte que la muerte.


Hasta dar la Vida (Padre Eduardo Meana)
3 comentarios:
Muy buenas algunas cosas de su blog, otras no tanto.
Miren esta nota sobre el "credo" nicaragüense que canta Jairo:
http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/liturgia/misa_campensina_nica.htm
¿Fieles a la Iglesia? Entonces no se puede ser marxista, señores.
El P. Mugica y Mons. Angelleli eran abiertamente marxistas.
Repito: No se puede ser católico y marxista.
Estimad@ Alguien: Agradezco tus elogios y he leido atentamente el artículo sobre la Misa Campesina Nicaragüense. Lejos de la temeraria interpretación que hace la autora y hasta paranoica preocupación que expresa, se trata de una típica canción popular que, inspirada en la Biblia busca reivindicar a Cristo y su Iglesia. En ningún momento Mejía Godoy planteó sustituir la Oración del Credo por su mazurca. No creo que Dios censure las manifestaciones culturales vernáculas ni exija ser adorado y honrado únicamente con cantos gregorianos. Por si no se enteraron, cayó el muro de Berlín y con él fueron sepultados los modelos totalitarios y antidemocráticos encarnados por el comunismo. Además, Carlos Mejía Godoy fue seminarista y conoce muy bien los fundamentos de nuestra Fe y demuestra su fidelidad con su testimonio de vida personal. Prueba de ello es su renuncia al FSLN (sin abandonar los ideales de Sandino) rompiendo relaciones con Ortega, como así también, sus duras críticas a Fidel; a Chavez; a Correa y a todos los autoritarios pseudos socialistas. Ojalá algún día se puedan superar los prejuicios y entender que los comunistas no tienen el monopolio semántico de algunos términos o expresiones. Toda mi vida haré una Opción Preferencial por los Pobres; lucharé por la Liberación Integral de la Humanidad; trabajaré en la Contrucción del Reino de Dios instaurando la Civilización del Amor y me esforzaré por ser un Hombre Nuevo. Si por hablar así seremos condenados; injuriados o sospechados de marxistas, que Dios se apiade de mis detractores. Sin duda, les falta lectura y conocer fehacientemente la trayectoria de mártires como Angelelli o Mujica y hasta Romero. Quienes también condenaron el marxismo. Acusarlos alegremente de eso es adherir a las calumnias de sus asesinos. Én cuanto a nuestra fidelidad a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, ella está avalada por nuestra conducta. Si fuéramos marxistas no aparecería Oswaldo Payá (lider de la resistencia democrática cubana), en nuestro video del credo, ni declarados antimarxitas como Giussani. Bueno, sin ánimo de polemizar lo invito a reflexionar a la luz de las Sagradas Escrituras y animados por el Espíritu Santo, sobre los dones y carismas, al tiempo que lo convoco a rezar conjuntamente por la unidad en la Iglesia.
Que Dios lo bendiga.
¡VIVA CRISTO REY!
Humberto Capli Benítez
Pte. del MPGF
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