Presentación del MPGF

Bienvenidos al espacio donde un grupo ecuménico de jóvenes de espíritu comparten su Amor y Amistad, sus sueños y esfuerzos por instaurar el Reino de Cristo en la Tierra.
También comparten sus ganas de vivir con Fe; Esperanza y Caridad transitando el camino de santidad del Bienaventurado Pier Giorgio Frassati.
Verso L’alto es el grito de aliento y de victoria que repetimos constantemente, en homenaje al lema en italiano acuñado por el Benemérito Pier Giorgio. Significa “hacia lo alto” y se desprende de una de sus muchas cartas en las que repetía estas palabras, que sintetizan su sentir; su pensar y toda su vida, pues la misma se caracterizó por una virtud en permanente ascenso.
Orientó su existencia hacia lo divino, hacia lo más alto: su Rey; Maestro; Hermano y Amigo: Jesucristo. A Él, a nuestro único Señor, Alabamos y Vivamos jubilosos con el vibrante sapukai (grito en idioma guaraní) misionero.
En el M. P. G. F. nos unimos y seguimos sumando personas de buena voluntad, a fin de seguir el ejemplo del Beato de Turín y continuar su labor apostólica, animando las comunidades; evangelizando los ambientes y convirtiendo los corazones a Jesús, a partir del testimonio de vida personal.
En este mundo, cada vez más convulsionado y descomprometido, nos animamos a anunciar a Cristo Resucitado, impulsados por el Espíritu Santo y confiados de contar con la Misericordia y Providencia Divina del Padre Celestial.
Es posible vivir con dignidad y honorabilidad nuestro noble credo.
¡Hagamos la diferencia!
La Santísima Virgen María nos acompaña junto a los miles de amigos celestiales que velan nuestro caminar.
¡Adelante!
Estamos convencidos y decididos a luchar incasablemente por la Liberación Integral de la Humanidad, proclamando con alegría y coraje la Buena Nueva de la Salvación.
¡Sumate!.

viernes, 29 de febrero de 2008

Pier Giorgio Frassati (Su Legado)

La vida de Pier Giorgio es muy significativa y fascinante, incluso hoy, probablemente por el sentido de plenitud que suscita.
Conmueve la falta total de sedimentos, en un joven que camina seguro por los caminos de la vida con completa confianza en el amor del Padre a través del entusiasmo y el sufrimiento de la edad juvenil. Su madurez asombra, pues sabe ser tan alegre y contagioso en los momentos de júbilo, como serio y atento frente a los problemas del mundo y de la gente, como así también discreto y casi furtivo en el gesto de caridad. No se trata sólo de ser particularmente tocado por la gracia, aquí hay una respuesta consciente, un “sí” continuamente confirmado. Hay un compromiso de fidelidad, perseguida a toda costa, pagando precios también altos. Tiene capacidad para resistir las tentaciones del mundo, convirtiéndolo en el esfuerzo de santificarlo.
La vida de Pier Giorgio está orientada por una intensa vida espiritual. La Eucaristía cotidiana es el centro. Para no perder esta cita se levanta muy temprano, renuncia a los paseos si estos le impiden ir a misa. Hacer la comunión es para él participar de la intimidad de Jesús; se lo ve en el banco, concentrado en un profundo recogimiento, del cual nada podría distraerlo. Cuando alguien le pregunta el motivo de su obra de caridad, respondía así: “Jesús en la Santa Comunión me visita cada mañana. Yo lo honro, con mis pobres medios, visitando a los pobres”. La oración de Pier Giorgio, asidua, frecuente, se expresa en los modos de la época. Prefiere el rosario, que reza en la calle, caminando por los senderos de montaña, con los amigos o arrodillado junto a su cama. Ama regalar coronas a sus amigos.
Su modo de orar conmueve y quedará por siempre en quienes le son cercanos. Cálido, trajinante, cuando en la oración común su voz robusta se yergue casi para hacer de guía al coro. Recogido, intenso, en la meditación personal, tanto de hacer sentir realmente la presencia de Dios, el otro con quien se está sosteniendo el silencioso coloquio. Es, sin quererlo, un ejemplo: la alegría que demuestra extraer de la oración suscita el deseo de imitarlo.
A veces participa de adoraciones nocturnas. Noches interesantes pasadas en oración en una iglesia de la cual sale con las primeras luces de la mañana gritando con los amigos la común alegría.
Tiene una devoción particular por María. Cuando vive en Pollone sale cada mañana tempranísimo al santuario de Oropa, retornando cuando todavía la familia está sumergida en el sueño. Pier Giorgio vive profundamente el sentido de comunidad como joven y como cristiano, que comprende profundamente la catolicidad de la Iglesia en camino hacia la unidad “para que el mundo crea”.
Ama la comunidad que es la familia, la comunidad que son los amigos, la comunidad que son las asociaciones de las cuales forma parte, haciendo una opción preferencial por los pobres.
El 15 de junio de 1925 escribe a su amigo Marco Beltramo: “Estoy pronto a recoger aquello que he sembrado”. En esta frase profetiza su muerte que, se lo lleva rápidamente y lo sorprende a la temprana edad de 24 años.
Última foto que se le tomó a Pier Giorgio con vida

En seis días una poliomielitis fulminante debilita su fuerte físico. Pier Giorgio se consume en silencio y progresivamente sus miembros se paralizan, mientras la familia está absorbida por la agonía de la abuela anciana.
Luciana con su abuela Linda

Los parientes no advierten la gravedad de su mal, sin embargo, él no manifiesta ninguna exigencia, ningún pedido, ningún lamento, ningún miedo. No reclama nada para sí, aún presintiendo muy cerca la muerte. Sabe que pronto partirá a los brazos de Dios. Pese a su gravísimo estado de salud no olvida sus compromisos, y con la mano semiparalizada escribe una nota para sus asistidos de la San Vicente pues es viernes, su día de visita. En la nota, dirigida a un amigo, le recuerda que había quedado pendiente conseguir unas inyecciones para un pobre enfermo, un hombre converso, que él mismo atendía.
El 4 de julio, dos días después que la abuela en la desesperación familiar, se apaga su vida. Había dicho a un amigo: “El día de mi muerte será el más hermoso de mi vida”.
La angustia de los familiares se convierte inmediatamente en estupor. Al ver su foto en los diarios, muchos descubren el apellido ilustre de ese joven solidario. Cuando se esparce por Turín la noticia de la muerte de Pier Giorgio, comienza un increíble peregrinaje hacia él. Jóvenes, hombres, mujeres, pobres, ricos, se acercan a despedir a su amigo. Miles de paisanos se arrodillan en las calles ante su cadáver. Una fila de rostros desconocidos, de personas que aman a este joven tan bueno y generoso, del cual tantas veces o solo una han recibido una palabra, una sonrisa, una ayuda.
Una multitud se volcó a la calle y es inmensa la masa que participa el 6 de julio de sus funerales. No es su apellido ilustre lo que los convoca. Para los pobres y desposeídos eso poco importaba. Había muerto el benefactor, el amigo. De él saben aquello que han visto o escuchado decir: su humildad, su donarse, su bien extendido o su fe transparente.
En este día Pier Giorgio empieza a revelarse incluso a aquellos que le eran más cercanos. Sólo entonces se dan cuenta de lo que no han sabido ver con claridad.
Poco a poco todos los detalles de su vida salen a la luz, y todos descubren que componen un mosaico impresionante de testimonio cristiano. Su fama comienza a acrecentarse, inspirando a tantos jóvenes a seguir su ejemplo; incluso muchos padres darían su nombre a sus hijos, poniéndolos bajo su protección y deseándoles de parecerse.
El primer instrumento de conocimiento es la biografía firmada por Don Cojazzi, el viejo maestro de latín. En los años siguientes su hermana Luciana produce escritos más completos de memorias, comenzando por la publicación del epistolario de Pier Giorgio. Gracias a su dedicación y la de los amigos se publican volúmenes ricos de preciosos recuerdos personales en los que la figura de Pier Giorgio se define siempre mejor en el tiempo con toda su complejidad y belleza. Sus restos mortales se veneran en la Catedral de Turín y ante su tumba oran muchos peregrinos, sobre todo estudiantes jóvenes.
Su vida, lejos de la espectacularidad, es la expresión viva de una santidad posible y cotidiana. Si la santidad es la “perfección de la caridad”, Pier Giorgio vivió a fondo las exigencias del amor, de manera privilegiada, atendiendo a los pobres y necesitados de afecto y consideración.
Fue dueño de una profunda espiritualidad que alimentó a diario con la Eucaristía. Buen amigo de sus muchos amigos, hizo de la amistad una expresión más de su amor desbordante. Simpático y jovial, eterno bromista, era el primero a la hora de la sana diversión. Fue para su grupo el referente para el encuentro, aún después de su muerte.
El Papa Juan Pablo II decía de él que estaba “totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio del prójimo: así podemos resumir su vida terrena. (...) Pier Giorgio es también el hombre de nuestro siglo, el hombre moderno, el hombre que ha amado mucho. (...) En él el Evangelio se convierte en solidaridad y acogida, se hace búsqueda de la verdad y exigente compromiso a favor de la justicia. Él se marchó joven de este mundo, pero dejó una huella en todo el siglo, y no sólo en este siglo.” (Homilía de Beatificación 20-05-1990). Juan Pablo II a los pies de la tumba de Pier Giorgio y multitudes participan en su Beatificación

Ese joven generoso; humilde; sencillo; ese ciudadano idealista, comprometido con su tiempo, con su fe y con su pueblo; ese “estudiante que corre siempre” para visitar a un enfermo, aliviar una pena, ayudar con sus manos o su dinero, ese amigo de los desheredados; ese modelo de auténtico cristianismo debe animarnos a vivir esa santidad posible y cotidiana que esparce su amor. Ese Amor que irradió constantemente y que fue y es, más fuerte que la muerte.



Hasta dar la Vida (Padre Eduardo Meana)

Pier Giorgio Frassati (Su Opción Preferencial por los Pobres)

Hay una línea continua que une toda la existencia de Pier Giorgio: es su dedicación por los pobres.
Siendo muy pequeño, estalla en lágrimas por los necesitados echados por papá, que “seguramente habían sido mandados por Dios”. En otra oportunidad, también de niño, no duda en quitarse los zapatos y los calcetines para darlos furtivamente a la madre del niño semidesnudo que ha tocado a su puerta.
Estos hechos, como la nota trazada en el lecho de su muerte, lo describen como alguien empeñado constantemente en servir a los necesitados.
A quien le pregunta cómo hace para soportar los olores y la inmundicia, él responde: “no olvides jamás que si incluso la casa es sórdida, tú te acercas a Cristo”. Así Pier Giorgio no ama a “los pobres”; ama “cada pobre”. Y las Conferencias de San Vicente no son para él el cumplimiento de un deber de buen católico, más bien es el instrumento para garantizar la continuidad de las obras de caridad.
No lo mueve un impulso humanitario y filantrópico; si fuese así no tendría la continuidad y la intensidad que Pier Giorgio infunde. No lo anima una idea romántica de la pobreza; si fuese así no podría resistir el hedor de las casas sucias y estrechas donde entra asiduamente.
“Algunas Conferencias de San Vicente las aboliría. Cuando hay hombres que llenos de orgullo cristiano, de frente a las dificultades prefieren dejar pasar, es mejor que la Conferencia no exista. No porque las personas actúan con mala fe, sino porque esta no está adaptada a los tiempos”. Éste es su parecer. Su estilo es más bien de no retroceder jamás, apenas sospecha que puede hacer algo por alguien, cueste lo que cueste lo hace. Llegó a decir: “no basta la caridad, necesitamos una reforma social”. Lleva consigo la marca del Evangelio: “no se preocupen por la propia vida, de aquello que comerán, ni por vuestro cuerpo, como lo vestirán... busquen más bien el Reino de Dios, y todo lo demás será dado por añadidura...”
Alguna vez le increparon cómo un joven de su posición viajaba en la tercera categoría del tren: “¡porque no hay cuarta!” fue su respuesta. Ayuda a los pobres, usando el dinero que guardaba para su propio transporte y por eso regresa muchas veces a pie, a su casa. Dedicaba mucho tiempo de la semana a sostener material y espiritualmente a los más necesitados y enfermos: cuidaba a los huérfanos, enfermos y soldados que volvían de la Primera Guerra Mundial. Algunas veces, por ejemplo, sacrificó sus vacaciones para continuar algunas labores sociales que había emprendido en la ciudad y así explicaba el cambio de planes: “si todos se van de Turín, ¿quién se encargará de los pobres?”.
En otra oportunidad dice a un amigo: "En los pobres, los enfermos, los necesitados, veo una luz que nosotros no tenemos.
Jesús me visita cada día en la comunión; yo le correspondo en la manera insignificante que puedo...
Yo soy pobre como todos los pobres y deseo trabajar para ellos."
Y es verdad, ha escogido no tener nada para sí. Su crónica falta de dinero es proverbial, el abandono de los bienes familiares es declarado. Pero es la actitud con la cual entra en las casas de la gente, cuando se presenta como un “hermano de la San Vicenzo”, que revela el auténtico significado de la frase: el respeto, la delicadeza, la paciencia para escuchar los lamentos de la gente pobre, la presteza y la
simplicidad con la cual responde a las exigencias, también a aquellas no expresadas, demuestran una caridad que no baja de lo alto sino que crece canto a canto. “La vida es un don; la vida es donar. No hay nada por retener para sí, porque nada nos pertenece”.
La generosidad, el entregarse sin reservas, es el estilo con el cual Pier Giorgio atraviesa el mundo. Al punto que algunos no se harán problema en aprovecharse, pidiéndole favores, recomendaciones, referencias o dinero. Él no niega nada, excepto cuando hay un contraste con sus convicciones profundas.
Las anécdotas son interminables. Entre otras cosas buscaba alojamiento para los universitarios no turineses y frecuentemente era él quien pagaba el alquiler y regalaba libros de estudio con el pretexto de tenerlos repetidos.
En una oportunidad interrumpió una discusión en la “San Vicente” con una oferta de 500 liras, obtenidas de quien sabe donde, para poder pagar un carro de heladero que le permita a un hombre desempleado ganarse el pan.
En pleno invierno, en un clima polar, se lo vio llegar a la embajada en Berlín, sin ningún abrigo porque lo había regalado a quien más lo necesitaba.
Otra vez, con la ayuda de una amiga, facilitó a una mujer que había dado a luz bajo unas escaleras, todo lo indispensable para un recién nacido.
El número de episodios, similares a éste, venidos a la luz en el conjunto de testimonios recogidos, es tan grande que sorprende, aún más si se piensa en aquellos que quedarán por siempre en secreto. Muchos jóvenes asumen a Pier Giorgio como referencia: su vida es elocuente y rica de sugerencias para quienes viven la tensión de testimoniar al mundo el amor de Cristo muerto y resucitado para los hombres. Muchos de los problemas afrontados por él son los mismos de hoy; su capacidad de anticiparse a los tiempos nos lo hace frecuentemente descubrir cercano a nuestra sensibilidad contemporánea.
Fue un visionario que cumplió a cabalidad los llamados que, algunas décadas después, realizará la Iglesia Católica, renovada con el Concilio Vaticano II, a través de sus documentos, ejerciendo su apostolado con el mismo criterio del Obispo Mártir de La Rioja, Monseñor Enrique Angelelli, “con un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo”. También, le sonarían como propias las palabras del Padre Carlos Mugica: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición.”Las inversiones de Pier Giorgio no son de este mundo, tiene un banco en el cielo que hace de los miles por cientos.
Siempre deseó sacar el fruto de cada minuto. Lo llamaban “el estudiante que corre siempre”.
Compartió su riqueza con los pobres y necesitados de todo tipo, sin que nada quedase para él.
Supo descubrir en el rostro de cada persona el rostro de Jesús, por eso pudo acercarse a los más miserables y menesterosos, a los lugares más repulsivos, con una sonrisa en los labios y una mano abierta dispuesta siempre a ayudar.
Es el ejemplo de una vida vivida en plenitud y el M.P.G.F. se compromete a emularlo.


Gentes con Derecho (Ixcis) - http://www.padrenuestro.net/

El Dios de los Pobres (Carlos Mejía Godoy - Misa Campesina)

Pier Giorgio Frassati (Su Compromiso Político y Social)

En Pier Giorgio se desarrolló prematuramente su preocupación por todo lo vinculado a lo político y social, tal vez motivado por la actividad pública de su padre.
De adolescente sigue con dolor la Primera Guerra Mundial. Luego en la posguerra, los jóvenes católicos asumen un papel preponderante en la recuperación de la Nación. Los problemas sociales son graves y las tensiones políticas fuertes. Pier Giorgio cree firmemente en la posibilidad de crear una sociedad más justa, más libre, fraterna y solidaria, donde los bienes sean distribuidos igualitariamente.
Es consciente que con la acción caritativa no basta y que para remediar los múltiples problemas sociales es inevitable e indispensable la participación activa, a fin de que se instrumenten, desde los espacios de decisión y resolución, todos los cambios necesarios que permitan solucionar radical y estructuralmente los problemas de la gente.

Papa León XIII y Luigi Sturzo


En el Partido Popular Italiano fundado por Don Sturzo en 1919 (de inspiración cristiana y que promovió en esa época las originales ideas sociales del Papa León XIII), ve Pier Giorgio al instrumento más apto, desde donde hacer realidad sus nobles ideales.

Afiliación de Pier Giorgio al Partido Popular Italiano

En 1920, después de un período de “cuarentena”, motivado por su parentesco con el reconocido dirigente liberal Don Alfredo Frassati, su pedido de afiliación, al naciente partido progresista, es aceptado.
En la militancia partidaria mantiene su estilo: no ocupa los puestos de primera línea sino aquellos más sencillos con la disponibilidad que lo caracteriza. Estaba siempre listo para limpiar la sede o para pegar manifiestos de noche (con el riesgo de encontronazos con activistas de otros partidos). Dispuesto también para acompañar a los oradores con la propaganda en los sitios más caldeados, donde su cuerpo robusto y su calma puedan servir en caso de necesidad. Era aguerrido, elocuente, tenía facilidad de palabra y hablaba con pasión y convencimiento. Se las ingeniaba para visitar los barrios más pobres y frecuentaba los círculos de obreros y estudiantes. Era muy laborioso y diligente.
Políticamente es clara su posición de izquierda, en el ala más avanzada del partido. Pero no era un resentido, delirante, o reaccionario “psico-bolche” de café. Pier Giorgio era un auténtico progresista consustanciado con su pueblo y comprometido con su tiempo. Era un verdadero revolucionario que desde la no-violencia activa luchó con Amor por la Libertad, la Justicia y la Paz.
En abril de 1923 vive con pasión el Congreso Popular de Turín, donde se discute la colaboración con el partido fascista. Reconoció desde el principio el verdadero rostro de las ideas políticas dominantes y se opuso a ellas, como lo hizo también ante la violencia y las vejaciones de los comunistas.

Marcha a Roma contra Mussolini

Pier Giorgio es un declarado militante antifascista y su opinión sobre Mussolini es durísima, en consonancia con la de su padre, Don Alfredo, quien renunció a su cargo de embajador cuando el déspota asumió el poder.
Este juicio adverso sobre el régimen lo expresó varias veces sin miedo, aún en público.


Con sus amigos festejando la derrota de los fascistas

Cuando algunos diputados populares transan con el régimen, Pier Giorgio se lamenta pero no se cruza de brazos ni se queda cómodo instalado en la actitud egoísta, indiferente y descomprometida de quien sólo critica. Por el contrario, en un acto de coraje y arrojo decide incorporarse al Círculo de la Juventud Católica de Guastalla, varias veces agredido por los fascistas. Su opción incondicional por la democracia y su lucha tenaz en defensa de la libertad, los derechos humanos y la dignidad de su pueblo, le valieron muchas veces la cárcel, atentados contra su domicilio y toda clase de persecuciones. Al respecto dijo: “Vuestra violencia no puede superar la fuerza de nuestra fe, pues Cristo no muere jamás.”
Ese sueño de un mundo mejor no fue para Pier Giorgio una utopía teórica. Vivió cotidianamente los valores que pueden asegurar una transformación auténtica de la sociedad. Desde el M.P.G.F. nos comprometemos a continuar luchando por la Liberación Integral de la Humanidad, fieles al ejemplo de Pier Giorgio.

Lucha sin trincheras (Daniel Poli)

Pier Giorgio Frassati (Su Discipulado)

Como testimonio de su interés por todo lo que estuviera dedicado a Dios, en la perspectiva de su vivencia en la Iglesia como comunidad que vive y celebra a su Señor, Pier Giorgio participó de numerosas asociaciones católicas.
En 1913, con 12 años de edad, ingresa al Instituto Social de los Padres Jesuitas y al Apostolado de la Oración. A los 17 años se incorpora a la Conferencia de San Vicente de Paul (los vicentinos), ámbito en el que canaliza su vocación solidaria, comprometiéndose decididamente a trabajar por la caridad.
Con la FUCI

En 1919, entrado al mundo universitario, pocos meses después del ingreso al Politécnico, Pier Giorgio descubre la F.U.C.I. (Federación Universitaria Católica Italiana) y se inscribe en el Círculo “Cesare Balbo”.
El clima social y cultural de ese entonces es muy caliente. Italia vive las grandes dificultades y los grandes fermentos de la posguerra.
Los jóvenes católicos, en sus organizaciones, reflexionan y discuten mucho sobre las cuestiones vinculadas al futuro de la Nación y se actúa en consecuencia.
La F.U.C.I. es para muchos el lugar privilegiado de formación para la vida social y cultural.
El círculo se reúne con frecuencia y es numeroso y vivaz. Entre sus miembros Pier Giorgio encuentra a jóvenes que se le parecen en la pasión, la esperanza y el modo de entender la existencia, convirtiéndose muchos de ellos en sus mejores amigos. Con ellos comparte sus tiempos libres, las excursiones a la montaña y las oportunidades de alternar con sus amigas, las chicas de la F.U.C.I. femenina. Corresponde mencionar que Pier Giorgio era un apasionado deportista. Bueno para el fútbol, pero sobre todo, para las excursiones.

Fue un experto alpinista. Poco antes de morir le escribió a un amigo: “me siento cada día más apasionado por la montaña. Me atrae su fascinación. Deseo siempre más vivamente escalar las cumbres, llegar a las más elevadas cimas...”.

Pier Giorgio crea en torno a él una pequeña comunidad de jóvenes, chicas y muchachos que viven con serenidad y respeto su amistad. Una comunidad que toma también un nombre, cuando, el 18 de mayo de 1924 durante una excursión, se funda la “Sociedad de los Tipos de Mala Sombra” (una versión anticipada y semejante al conocido filme la “Sociedad de los Poetas Muertos”). Sus miembros, “lestofantes” y “lestofanesas”, asumen un sobrenombre: Pier Giorgio es “Robespierre”.
El buen humor, la calma, son los medios de que se valen los “Tipos de Mala Sombra” para servir a Dios en perfecta alegría. Pero, esencialmente, la verdadera unión está fundada en la Fe y fortalecida en la oración.El 14 de mayo de 1922, se afilia en su parroquia al Círculo “Milites Mariae” de la Sociedad de la Juventud Católica (Rama masculina de la Acción Católica), cuyo eslogan es: oración, acción y sacrificio. Tres palabras que sintetizan el compromiso cotidiano de sus adherentes. Pier Giorgio encuentra en ellas el espejo de su modo de ser. Él es verdaderamente un hombre de oración, en continuo diálogo con Dios, en las liturgias comunitarias y en el secreto de su habitación.

Afiliación al Cesare Balbo

Es un hombre de acción, para el cual las palabras cuentan por aquello que significan y, cuando son inútiles, escoge callar. Siente la certeza que seremos juzgados por aquello que hemos testimoniado del Evangelio, en palabras y en obras, y busca ser fiel a esta tarea.
Es un hombre de sacrificio, que no duda en renunciar a algo si esto le permitirá servir a Dios y hacer el bien.
Para Pier Giorgio la Juventud Católica constituye el lugar de encuentro donde crecer y vivir los mismos ideales, los mismos sueños y los mismos compromisos. Un lugar donde poder ayudarse recíprocamente a ser fieles.
Pier cree fuertemente en el asociacionismo. Él mismo es socio de muchas organizaciones y se compromete para su difusión.
En julio de 1923, cuando en Pollone, el pueblo de origen de los padres en el cual los Frassati tienen una villa de vacaciones, se funda el Círculo de la J.C., los lugareños le pedirán ser el padrino de la bandera.
De la Juventud Católica siente la importancia de la dimensión nacional. Los grandes encuentros lo entusiasman y cada vez que puede participa. Ama estrechar relaciones con jóvenes de regiones lejanas.

En la Pax Romana

En 1921, en Rávena participa del Congreso de Pax Romana, donde propició la idea de unir la F.U.C.I. con la Federación de obreros. Cuando se trataba de defender la dignidad humana, Pier Giorgio se ubicaba siempre en primera fila. Luego en Roma durante el Congreso de la Juventud Católica, es protagonista de la defensa de la bandera del “Cesare Balbo” de los guardias. En 1923 participa del Congreso Eucarístico Nacional realizado en Génova y del Congreso de la J.C. realizado en Novara.
Pese a su identificación plena con la Acción Católica y el cariño que había forjado por esta institución, no dudó en alejarse de la misma cuando la postura de su Centro, frente a la visita de Mussolini, no fue clara.
Cabe aclararse que algunos pseudo dirigentes y militantes reaccionarios, mediocres, pusilánimes y pobres de espíritu que no alcanzaron a comprenderlo, habían propiciado su expulsión, acusándolo de ser indisciplinado.
En su deseo de vivir íntegramente su servicio evangélico, no divorció jamás su compromiso apostólico de su compromiso social y político, pues su misión era la misma, única y plena, sin medias tintas ni actitudes hipócritas o incoherentes. Así supo desempeñar a cabalidad su condición de discípulo fiel a Dios, al Evangelio y a la Humanidad.
El 20 de mayo de 1990 el Papa Juan Pablo II en un verdadero acto de desagravio, durante la ceremonia de Beatificación, lo propuso como modelo de santidad, como modelo de joven de Acción Católica y como modelo de apostolado laical. Dijo su Santidad: “Pier Giorgio da testimonio de que la santidad es posible para todos y que sólo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor. (...) Si abrís bien los ojos y miráis a vuestro alrededor veréis mucha tiniebla, mucho dolor y sufrimiento en vuestros hermanos (...): el hambre y la desnutrición, el analfabetismo, el desempleo, la desintegración familiar, la injusticia social, la corrupción política y económica, salarios insuficientes, concentración de la riqueza en manos de unos pocos, inflación y crisis económica, el poder del narcotráfico (...). ante este panorama de dolor, ¿podéis vosotros permanecer indiferentes...? ¡Jóvenes, ayudad a vuestros amigos a salir de la cárcel de la indiferencia y la desesperanza! ¡Cristo os llama a resucitar en otros jóvenes la ilusión de la vida!”.

Finalmente como corolario de su vocación apostólica, a los 21 años ingresó a la Tercera Orden de los Predicadores (Dominicos) el 28 de mayo de 1922, asumiendo el nombre de Fray Girolamo Savanarola, en homenaje al revolucionario fraile. De la participación en el laicado dominico, que adjunta a sus costumbres la repetición cotidiana de un particular oficio dedicado a la Virgen, recibe un seguro y robusto sostén en la vida espiritual.
Varios de sus amigos, exhortados por él, seguirán su ejemplo y se incorporarán luego a la Orden de Sto. Domingo de Guzmán.

Afiliación a la Orden de los Predicadores

Su discipulado y toda su vida puede sintetizarse en sus propias palabras:
“Vivir sin una fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha constante por la verdad, no es vivir, sino ‘ir tirando’; nunca debemos ir tirando”.

Discípulo (Martín Valverde)

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