La vida de Pier Giorgio es muy significativa y fascinante, incluso hoy, probablemente por el sentido de plenitud que suscita.Conmueve la falta total de sedimentos, en un joven que camina seguro por los caminos de la vida con completa confianza en el amor del Padre a través del entusiasmo y el sufrimiento de la edad juvenil.
Su madurez asombra, pues sabe ser tan alegre y contagioso en los momentos de júbilo, como serio y atento frente a los problemas del mundo y de la gente, como así también discreto y casi furtivo en el gesto de caridad.
No se trata sólo de ser particularmente tocado por la gracia, aquí hay una respuesta consciente, un “sí” continuamente confirmado. Hay un compromiso de fidelidad, perseguida a toda costa, pagando precios también altos. Tiene capacidad para resistir las tentaciones del mundo, convirtiéndolo en el esfuerzo de santificarlo.La vida de Pier Giorgio está orientada por una intensa vida espiritual. La Eucaristía cotidiana es el centro. Para no perder esta cita se levanta muy temprano, renuncia a los paseos si estos le impiden ir a misa. Hacer la comunión es para él participar de la intimidad de Jesús; se lo ve en el banco, concentrado en un profundo recogimiento, del cual nada podría distraerlo. Cuando alguien le pregunta el motivo de su obra de caridad, respondía así: “Jesús en la Santa Comunión me visita cada mañana. Yo lo honro, con mis pobres medios, visitando a los pobres”.
Su modo de orar conmueve y quedará por siempre en quienes le son cercanos. Cálido, trajinante, cuando en la oración común su voz robusta se yergue casi para hacer de guía al coro. Recogido, intenso, en la meditación personal, tanto de hacer sentir realmente la presencia de Dios, el otro con quien se está sosteniendo el silencioso coloquio. Es, sin quererlo, un ejemplo: la alegría que demuestra extraer de la oración suscita el deseo de imitarlo.
A veces participa de adoraciones nocturnas. Noches interesantes pasadas en oración en una iglesia de la cual sale con las primeras luces de la mañana gritando con los amigos la común alegría.
Tiene una devoción particular por María. Cuando vive en Pollone sale cada mañana tempranísimo al santuario de Oropa, retornando cuando todavía la familia está sumergida en el sueño.
Pier Giorgio vive profundamente el sentido de comunidad como joven y como cristiano, que comprende profundamente la catolicidad de la Iglesia en camino hacia la unidad “para que el mundo crea”.Ama la comunidad que es la familia, la comunidad que son los amigos, la comunidad que son las asociaciones de las cuales forma parte, haciendo una opción preferencial por los pobres.
El 15 de junio de 1925 escribe a su amigo Marco Beltramo: “Estoy pronto a recoger aquello que he sembrado”. En esta frase profetiza su muerte que, se lo lleva rápidamente y lo sorprende a la temprana edad de 24 años.

El 4 de julio, dos días después que la abuela en la desesperación familiar, se apaga su vida. Había dicho a un amigo: “El día de mi muerte será el más hermoso de mi vida”.
La angustia de los familiares se convierte inmediatamente en estupor. Al ver su foto en los diarios, muchos descubren el apellido ilustre de ese joven solidario. Cuando se esparce por Turín la noticia de la muerte de Pier Giorgio, comienza un increíble peregrinaje hacia él. Jóvenes, hombres, mujeres, pobres, ricos, se acercan a despedir a su amigo. Miles de paisanos se arrodillan en las calles ante su cadáver. Una fila de rostros desconocidos, de personas que aman a este joven tan bueno y generoso, del cual tantas veces o solo una han recibido una palabra, una sonrisa, una ayuda.Una multitud se volcó a la calle y es inmensa la masa que participa el 6 de julio de sus funerales. No es su apellido ilustre lo que los convoca. Para los pobres y desposeídos eso poco importaba. Había muerto el benefactor, el amigo. De él saben aquello que han visto o escuchado decir: su humildad, su donarse, su bien extendido o su fe transparente.
En este día Pier Giorgio empieza a revelarse incluso a aquellos que le eran más cercanos. Sólo entonces se dan cuenta de lo que no han sabido ver con claridad.
Poco a poco todos los detalles de su vida salen a la luz, y todos descubren que componen un mosaico impresionante de testimonio cristiano. Su fama comienza a acrecentarse, inspirando a tantos jóvenes a seguir su ejemplo; incluso muchos padres darían su nombre a sus hijos, poniéndolos bajo su protección y deseándoles de parecerse.
El primer instrumento de conocimiento es la biografía firmada por Don Cojazzi, el viejo maestro de latín. En los años siguientes su hermana Luciana produce escritos más completos de memorias, comenzando por la publicación del epistolario de Pier Giorgio. Gracias a su dedicación y la de los amigos se publican volúmenes ricos de preciosos recuerdos personales en los que la figura de Pier Giorgio se define siempre mejor en el tiempo con toda su complejidad y belleza.
Sus restos mortales se veneran en la Catedral de Turín y ante su tumba oran muchos peregrinos, sobre todo estudiantes jóvenes.Su vida, lejos de la espectacularidad, es la expresión viva de una santidad posible y cotidiana. Si la santidad es la “perfección de la caridad”, Pier Giorgio vivió a fondo las exigencias del amor, de manera privilegiada, atendiendo a los pobres y necesitados de afecto y consideración.
Fue dueño de una profunda espiritualidad que alimentó a diario con la Eucaristía. Buen amigo de sus muchos amigos, hizo de la amistad una expresión más de su amor desbordante. Simpático y jovial, eterno bromista, era el primero a la hora de la sana diversión. Fue para su grupo el referente para el encuentro, aún después de su muerte.
El Papa Juan Pablo II decía de él que estaba “totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio del prójimo: así podemos resumir su vida terrena. (...) Pier Giorgio es también el hombre de nuestro siglo, el hombre moderno, el hombre que ha amado mucho. (...) En él el Evangelio se convierte en solidaridad y acogida, se hace búsqueda de la verdad y exigente compromiso a favor de la justicia. Él se marchó joven de este mundo, pero dejó una huella en todo el siglo, y no sólo en este siglo.” (Homilía de Beatificación 20-05-1990).


Juan Pablo II a los pies de la tumba de Pier Giorgio y multitudes participan en su BeatificaciónEse joven generoso; humilde; sencillo; ese ciudadano idealista, comprometido con su tiempo, con su fe y con su pueblo; ese “estudiante que corre siempre” para visitar a un enfermo, aliviar una pena, ayudar con sus manos o su dinero, ese amigo de los desheredados; ese modelo de auténtico cristianismo debe animarnos a vivir esa santidad posible y cotidiana que esparce su amor. Ese Amor que irradió constantemente y que fue y es, más fuerte que la muerte.
Hasta dar la Vida (Padre Eduardo Meana)

Bienvenidos al espacio donde un grupo ecuménico de jóvenes de espíritu comparten su Amor y Amistad, sus sueños y esfuerzos por instaurar el Reino de Cristo en la Tierra.


En otra oportunidad, también de niño, no duda en quitarse los zapatos y los calcetines para darlos furtivamente a la madre del niño semidesnudo que ha tocado a su puerta.
Así Pier Giorgio no ama a “los pobres”; ama “cada pobre”. Y las Conferencias de San Vicente no son para él el cumplimiento de un deber de buen católico, más bien es el instrumento para garantizar la continuidad de las obras de caridad.

No lo anima una idea romántica de la pobreza; si fuese así no podría resistir el hedor de las casas sucias y estrechas donde entra asiduamente.
Lleva consigo la marca del Evangelio: “no se preocupen por la propia vida, de aquello que comerán, ni por vuestro cuerpo, como lo vestirán... busquen más bien el Reino de Dios, y todo lo demás será dado por añadidura...”
Ayuda a los pobres, usando el dinero que guardaba para su propio transporte y por eso regresa muchas veces a pie, a su casa. Dedicaba mucho tiempo de la semana a sostener material y espiritualmente a los más necesitados y enfermos: cuidaba a los huérfanos, enfermos y soldados que volvían de la Primera Guerra Mundial. Algunas veces, por ejemplo, sacrificó sus vacaciones para continuar algunas labores sociales que había emprendido en la ciudad y así explicaba el cambio de planes: “si todos se van de Turín, ¿quién se encargará de los pobres?”.
Y es verdad, ha escogido no tener nada para sí. Su crónica falta de dinero es proverbial, el abandono de los bienes familiares es declarado. Pero es la actitud con la cual entra en las casas de la gente, cuando se presenta como un “hermano de la San Vicenzo”, que revela el auténtico significado de la frase: el respeto, la delicadeza, la paciencia para escuchar los lamentos de la gente pobre, la presteza y la
Muchos jóvenes asumen a Pier Giorgio como referencia: su vida es elocuente y rica de sugerencias para quienes viven la tensión de testimoniar al mundo el amor de Cristo muerto y resucitado para los hombres. Muchos de los problemas afrontados por él son los mismos de hoy; su capacidad de anticiparse a los tiempos nos lo hace frecuentemente descubrir cercano a nuestra sensibilidad contemporánea.
Las inversiones de Pier Giorgio no son de este mundo, tiene un banco en el cielo que hace de los miles por cientos.






Afiliación de Pier Giorgio al Partido Popular Italiano


Su opción incondicional por la democracia y su lucha tenaz en defensa de la libertad, los derechos humanos y la dignidad de su pueblo, le valieron muchas veces la cárcel, atentados contra su domicilio y toda clase de persecuciones. Al respecto dijo: “Vuestra violencia no puede superar la fuerza de nuestra fe, pues Cristo no muere jamás.”




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