Pier Giorgio manifiesta un ánimo atento y sensible, expuesto por naturaleza al aprendizaje y profundización de aquello que siente realmente importante para su vida, y de aquello que enriquezca su humanidad. Por un lado aprecia toda forma de arte: la pintura y la escultura; la música sinfónica y la lírica; el teatro y la literatura. Por otro lado, busca el saber teológico, para comprender mejor el proyecto y la historia de Dios entre los hombres.
La lectura ocupa un lugar fundamental en su formación humana y cristiana. Lee con pasión a Dante y Shakespeare, la tragedia griega y Virgilio. Después Foscolo y D’Annunzio. Luego Heine y Goethe. Un panorama amplio y variado; no desdeña las novelas contemporáneas, pero no practica una lectura intelectualista.
Pier Giorgio se siente radicado en la humanidad y no distingue el pensamiento de la acción: sabe hacer una síntesis vital. Se siente cerca de quien lo ha precedido en la experiencia humana, aunque en la lejanía de los siglos, así como a cada persona que encuentra en su vida cotidiana.
Es el joven que lee con igual pasión, incluso aumentada por la participación en la misma fe, las vidas de los santos, San Agustín; Santa Catalina de Siena y Girolamo Savanarola, los grandes dominicos que lo motivaron a ingresar a los 21 años a la Tercera Orden. Lee, también, las encíclicas papales e interpreta la lectura de la “Suma Teológica” de Santo Tomás de Aquino. En una carta dirigida a un amigo dice: “Te escribo mientras tengo a la vista el libro de Sto. Tomás de Aquino. Cuando me sumerjo en esos sublimes pensamientos, no puedo dejar de pensar en ti, que fuiste el primero en inspirarme el deseo de conocer las grandes verdades contenidas en esa obra, enteramente escrita en alabanza de la Divina Providencia” (04-11-1924). Pero sobre todo cumple la Palabra de Dios directamente, sin intermediarios, haciendo de ésta la verdadera y principal fuente de su propia espiritualidad.
De los textos bíblicos prefiere a San Pablo y su epistolario, que leerá y meditará incluso por la calle o en el tranvía, convirtiéndolo en su compañero privilegiado en el acercamiento a Dios.
Muchos que lo conocieron dirán, después de su muerte, que Pier Giorgio fue un joven sabio. O mejor dicho, un joven sabio con la sabiduría del hombre de Dios, de aquél que atesora lo que el Señor ha querido decirle y revelarle en su Palabra, en los sacramentos o en los hermanos que ha puesto a su lado.
La lectura ocupa un lugar fundamental en su formación humana y cristiana. Lee con pasión a Dante y Shakespeare, la tragedia griega y Virgilio. Después Foscolo y D’Annunzio. Luego Heine y Goethe. Un panorama amplio y variado; no desdeña las novelas contemporáneas, pero no practica una lectura intelectualista.
Pier Giorgio se siente radicado en la humanidad y no distingue el pensamiento de la acción: sabe hacer una síntesis vital. Se siente cerca de quien lo ha precedido en la experiencia humana, aunque en la lejanía de los siglos, así como a cada persona que encuentra en su vida cotidiana.
Es el joven que lee con igual pasión, incluso aumentada por la participación en la misma fe, las vidas de los santos, San Agustín; Santa Catalina de Siena y Girolamo Savanarola, los grandes dominicos que lo motivaron a ingresar a los 21 años a la Tercera Orden. Lee, también, las encíclicas papales e interpreta la lectura de la “Suma Teológica” de Santo Tomás de Aquino. En una carta dirigida a un amigo dice: “Te escribo mientras tengo a la vista el libro de Sto. Tomás de Aquino. Cuando me sumerjo en esos sublimes pensamientos, no puedo dejar de pensar en ti, que fuiste el primero en inspirarme el deseo de conocer las grandes verdades contenidas en esa obra, enteramente escrita en alabanza de la Divina Providencia” (04-11-1924). Pero sobre todo cumple la Palabra de Dios directamente, sin intermediarios, haciendo de ésta la verdadera y principal fuente de su propia espiritualidad.
De los textos bíblicos prefiere a San Pablo y su epistolario, que leerá y meditará incluso por la calle o en el tranvía, convirtiéndolo en su compañero privilegiado en el acercamiento a Dios.
Muchos que lo conocieron dirán, después de su muerte, que Pier Giorgio fue un joven sabio. O mejor dicho, un joven sabio con la sabiduría del hombre de Dios, de aquél que atesora lo que el Señor ha querido decirle y revelarle en su Palabra, en los sacramentos o en los hermanos que ha puesto a su lado.
San Pablo Apóstol, Santo Tomás de Aquino y Girolamo (Jerónimo) Savanarola.
Aqui Estoy (Jesus Adrian Romero)
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