En 1913, con 12 años de edad, ingresa al Instituto Social de los Padres Jesuitas y al Apostolado de la Oración. A los 17 años se incorpora a la Conferencia de San Vicente de Paul (los vicentinos), ámbito en el que canaliza su vocación solidaria, comprometiéndose decididamente a trabajar por la caridad.
El clima social y cultural de ese entonces es muy caliente. Italia vive las grandes dificultades y los grandes fermentos de la posguerra.
Los jóvenes católicos, en sus organizaciones, reflexionan y discuten mucho sobre las cuestiones vinculadas al futuro de la Nación y se actúa en consecuencia.
La F.U.C.I. es para muchos el lugar privilegiado de formación para la vida social y cultural.
El círculo se reúne con frecuencia y es numeroso y vivaz. Entre sus miembros Pier Giorgio encuentra a jóvenes que se le parecen en la pasión, la esperanza y el modo de entender la existencia, convirtiéndose muchos de ellos en sus mejores amigos. Con ellos comparte sus tiempos libres, las excursiones a la montaña y las oportunidades de alternar con sus amigas, las chicas de la F.U.C.I. femenina. Corresponde mencionar que Pier Giorgio era un apasionado deportista. Bueno para el fútbol, pero sobre todo, para las excursiones.
Pier Giorgio crea en torno a él una pequeña comunidad de jóvenes, chicas y muchachos que viven con serenidad y respeto su amistad. Una comunidad que toma también un nombre, cuando, el 18 de mayo de 1924 durante una excursión, se funda la “Sociedad de los Tipos de Mala Sombra” (una versión anticipada y semejante al conocido filme la “Sociedad de los Poetas Muertos”). Sus miembros, “lestofantes” y “lestofanesas”, asumen un sobrenombre: Pier Giorgio es “Robespierre”.
El buen humor, la calma, son los medios de que se valen los “Tipos de Mala Sombra” para servir a Dios en perfecta alegría. Pero, esencialmente, la verdadera unión está fundada en la Fe y fortalecida en la oración.El 14 de mayo de 1922, se afilia en su parroquia al Círculo “Milites Mariae” de la Sociedad de la Juventud Católica (Rama masculina de la Acción Católica), cuyo eslogan es: oración, acción y sacrificio. Tres palabras que sintetizan el compromiso cotidiano de sus adherentes. Pier Giorgio encuentra en ellas el espejo de su modo de ser. Él es verdaderamente un hombre de oración, en continuo diálogo con Dios, en las liturgias comunitarias y en el secreto de su habitación.
Es un hombre de sacrificio, que no duda en renunciar a algo si esto le permitirá servir a Dios y hacer el bien.
Para Pier Giorgio la Juventud Católica constituye el lugar de encuentro donde crecer y vivir los mismos ideales, los mismos sueños y los mismos compromisos. Un lugar donde poder ayudarse recíprocamente a ser fieles.
Pier cree fuertemente en el asociacionismo. Él mismo es socio de muchas organizaciones y se compromete para su difusión.
En julio de 1923, cuando en Pollone, el pueblo de origen de los padres en el cual los Frassati tienen una villa de vacaciones, se funda el Círculo de la J.C., los lugareños le pedirán ser el padrino de la bandera.
De la Juventud Católica siente la importancia de la dimensión nacional. Los grandes encuentros lo entusiasman y cada vez que puede participa. Ama estrechar relaciones con jóvenes de regiones lejanas.
En la Pax Romana
Pese a su identificación plena con la Acción Católica y el cariño que había forjado por esta institución, no dudó en alejarse de la misma cuando la postura de su Centro, frente a la visita de Mussolini, no fue clara.
Cabe aclararse que algunos pseudo dirigentes y militantes reaccionarios, mediocres, pusilánimes y pobres de espíritu que no alcanzaron a comprenderlo, habían propiciado su expulsión, acusándolo de ser indisciplinado.
En su deseo de vivir íntegramente su servicio evangélico, no divorció jamás su compromiso apostólico de su compromiso social y político, pues su misión era la misma, única y plena, sin medias tintas ni actitudes hipócritas o incoherentes. Así supo desempeñar a cabalidad su condición de discípulo fiel a Dios, al Evangelio y a la Humanidad.
El 20 de mayo de 1990 el Papa Juan Pablo II en un verdadero acto de desagravio, durante la ceremonia de Beatificación, lo propuso como modelo de santidad, como modelo de joven de Acción Católica y como modelo de apostolado laical. Dijo su Santidad: “Pier Giorgio da testimonio de que la santidad es posible para todos y que sólo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor. (...) Si abrís bien los ojos y miráis a vuestro alrededor veréis mucha tiniebla, mucho dolor y sufrimiento en vuestros hermanos (...): el hambre y la desnutrición, el analfabetismo, el desempleo, la desintegración familiar, la injusticia social, la corrupción política y económica, salarios insuficientes, concentración de la riqueza en manos de unos pocos, inflación y crisis económica, el poder del narcotráfico (...). ante este panorama de dolor, ¿podéis vosotros permanecer indiferentes...? ¡Jóvenes, ayudad a vuestros amigos a salir de la cárcel de la indiferencia y la desesperanza! ¡Cristo os llama a resucitar en otros jóvenes la ilusión de la vida!”.
Finalmente como corolario de su vocación apostólica, a los 21 años ingresó a la Tercera Orden de los Predicadores (Dominicos) el 28 de mayo de 1922, asumiendo el nombre de Fray Girolamo Savanarola, en homenaje al revolucionario fraile. De la participación en el laicado dominico, que adjunta a sus costumbres la repetición cotidiana de un particular oficio dedicado a la Virgen, recibe un seguro y robusto sostén en la vida espiritual.
Varios de sus amigos, exhortados por él, seguirán su ejemplo y se incorporarán luego a la Orden de Sto. Domingo de Guzmán.
Afiliación a la Orden de los Predicadores
“Vivir sin una fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha constante por la verdad, no es vivir, sino ‘ir tirando’; nunca debemos ir tirando”.
Discípulo (Martín Valverde)
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